La novia más bella de Chihuahua
Paseando por las calles de Chihuahua uno quizás pierda la noción del tiempo y ni tan siquiera se percate de que el Sol ya se ha escondido y de que las ajetreadas y transitadas calles van quedando ya solitarias, mientras se escuchan los estridentes chirridos del bajar de persianas de los últimos comercios que van cerrando sus puertas.
Quizás, y solo quizás, nuestros errantes pasos nos lleven hasta la Avenida Ocampo donde la luz brillante de un escaparate, esquina con la calle Victoria, atraiga nuestra atención y nos invite a averiguar lo que allí se expone. Es posible que, al descubrir tras el cristal a un maniquí vestido de novia, una extraña sensación nos invada y nos quedemos contemplando durante largo tiempo hasta el más mínimo detalle de sus facciones. Puede pasar que, mientras observamos los detallados surcos que recorren sus manos, nos parezca ver por el rabillo del ojo un movimiento sutil de su cabeza.
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Con toda seguridad alzaremos la vista rápidamente y tras dudar unos segundos, sonreiremos imaginando que todo ha sido fruto de nuestra imaginación y emprenderemos de nuevo nuestro camino. Puede ser que esa misma noche, al acostarnos y volver a recordar lo sucedido, nos vuelvan a asaltar las dudas y nos sorprendamos al recordar que al marcharnos de allí el maniquí sonreía, cosa que no hacía cuando llegamos.
Es posible que al día siguiente, todavía con esa mirada de cristal en nuestras retinas, le contemos lo sucedido al camarero del bar de la esquina mientras nos sirve el primer café de la mañana y este, mientras nos da una palmada en el hombro nos felicite y nos diga:
- Vaya, eres un hombre con suerte. No ha todo el mundo le sonríe la Pascualita.
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La leyenda de Pascualita o “la Chonita”, se ha ganado con el paso de las décadas el estar en los primeros puestos del imaginario colectivo y legendario de México. Como toda buena leyenda que se precie, su origen es un tanto confuso y sus ramificaciones son muchas y variadas.
En su base, podemos contar que Pascualita está en el aparador de “La Popular” (que se considera la mejor tienda de vestidos de novia de Chihuahua), desde el 25 de marzo de 1930. El maniquí fue traído de Francia, comprado por la dueña del negocio, la señora Pascualita Esparza Perales de Pérez. Desde el primer día, todo aquel que pasaba ante el aparador de La Popular se quedaba maravillado por la belleza del maniquí, que no tardó en tener nombre propio. La dueña la nombró Chonita, porque había llegado a la tienda el día de la encarnación, pero el populacho tenía más fuerza y acabó por ser conocida por el nombre de su dueña, Pascualita (se puede leer que el maniquí tenía un gran parecido con su dueña, y de ahí el apodo). La cuestión es que el maniquí se convirtió en una especie de ícono, teniendo en cuenta que los maniquíes de la época poco o nada tenían que ver con éste, realizado con sumo cuidado con cera, ojos de cristal y pelo de verdad insertado de forma artesanal. No es de extrañar que se le otorgara el título de la Novia más bonita de Chihuahua, título que continúa ostentando hoy en día.
Hasta aquí, todo entra dentro de lo normal y lógico, pero en algún momento inconcreto que podríamos situar en la década de los sesenta, comienzan a circular rumores en Chihuahua sobre Pascualita que van más allá de su belleza cerúlea. Unos dicen que la han visto moverse, otros que mientras la contemplaban ella sonrió e incluso se escuchan rumores de que durante la noche, Pascualita baja de su peana y se pasea por el interior de la tienda, quizás buscando vestidos más bonitos que lucir.
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Estos rumores van a más cuando fallece su dueña, en 1967. Entonces son muchos los que aseguran que su espíritu queda encerrado en su querido maniquí y allí sigue desde entonces, mostrándose solo en contadas y sutiles ocasiones. Lejos de caer en el olvido, la leyenda de Pascualita continúa tan viva como el primer día y los reportes de gente que asegura ver sus gestos y sus movimientos continúa hoy en día.
Una mujer recibió un balazo en la calle justo delante de ella, y aseguró que fue ella, Pascualita, la que la salvó de la muerte, y como agradecimiento le enciende velas periódicamente desde entonces. Otros, enamorados quizás del maniquí, contratan a músicos para que la ronden y no se sienta sola…
Otra versión de la leyenda, no menos interesante, cuenta que la hija de Pascualita falleció el día de la boda justo cuando se encontraba ante el altar y que la madre, dolida y apenada por la pérdida, decidió embalsamar el cadáver, vestirlo de novia y tenerlo siempre junto a ella. Esta versión es poco creíble, no sólo por el hecho del embalsamamiento sino porque, al parecer, Pascualita solo tuvo un hijo y fue niño.
El maniquí, que en sus mejores tiempos llegaba a congregar a grandes cantidades de público ante la tienda, parece que también fue revisado por las autoridades, supongo que por aquello de la ilegalidad de tener a un muerto en un escaparate y el veredicto fue negativo, cera y plástico.
Fuere como fuere, la cuestión es que todos los dueños de “La Popular” han guardado celosamente el secreto de su maniquí Pascualita, y que el único milagro comprobado son los beneficios que desde hace muchas décadas le ha reportado ya que el vestido más vendido de la tienda siempre es el que luce Pascualita, pues se dice que la novia que se casa con ese vestido tiene asegurado un porvenir feliz y sin apuros.
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