Aun así, siempre hay excepciones. Siempre.
La noche es un mundo tan completo que ahí tampoco faltan historias, leyendas, relatos de lo que le pasó a la amiga de un conocido. La mayoría no son más que mentiras, evidentemente. Bulos que toman más y más tamaño y complejidad. Aunque, como ya se ha dicho, siempre hay excepciones.
Te frotas las manos y las metes en los bolsillos. Estás solo, pues, ¿quién iba a salir con este frío y esta niebla? Además, el silencio es mortal. No se mueve nada, y lo único que oyes son tus pasos. De momento.
Llegas a esa calle. Sí, esa calle o callejón largo que no tuerce en ningún momento y que se extiende indefinidamente. Está iluminado, bien, pero no ayuda con la cantidad de niebla que hay. Tú te pones a caminar sin pensarlo mucho, porque este es un lugar tranquilo, ¿no?
Intentas distraerte. Escuchando música, tarareando, contando las baldosas. Te distraes, hasta cierto punto.
Paras y miras a tu alrededor, ¿qué fue eso? Lo que escuchaste era un sonido extraño que rompió tu concentración. No hay nada detrás, ni nada a los lados. Quizá un animal…
Sigues tarareando, pero, en efecto, lo vuelves a oír, y te vuelves a girar y buscar de dónde proviene el sonido, por pura curiosidad. Y vuelves a fallar en descubrirlo. En cierto modo decepcionado, sigues caminando.
Esta vez lo oyes más cerca; lo aprecias, porque realmente parece que suena más cerca. Pero lo ignoras, y de repente el tramo parece alargarse. No tardabas tanto en recorrerlo, piensas.
¿Qué es ese sonido? A la siguiente vez lo crees identificar: es un castañeteo que sonó incluso más cerca ahora. Es un castañeteo, ese sonido que hace la gente con los dientes cuando siente verdadero frío. Estás incómodo, muy incómodo. Aceleras el paso; extrañamente, el sonido no desiste, sino que te acompaña, como si estuviese detrás de ti. Siguiéndote.
No te quieres girar. Sólo pones un pie delante de otro esperando llegar a un sitio donde haya alguien más, donde haya algún sonido además de ese castañeteo, que es cada vez más fuerte, y más y más. Es obvio que te está provocando, como invitándote a desviar los ojos del camino. Espero que no lo hagas.
Generalmente, si lo ignoras y llegas al final de la calle sin correr, te librarás. Será un mal rato, pero no te pasará nada. Por eso, NO DEBES hacerle caso; se alimenta de tu atención, y cuanta más le prestes más poder tendrá. Sólo una nota: si llegas a sentir un dedo tocándote la nuca, un dedo frío y seco, no grites, por lo que más quieras. No te contengas más y empieza a correr todo lo que puedas hasta el final de la calle. Es arriesgado, pero mejor que nada.
La gente que ha sufrido este acoso nunca vio qué les perseguía. Los que lo sepan… o ya no están entre nosotros, o no se atreven a decirlo.
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